sábado, 2 de abril de 2011

EL MUNDO VERTICAL II

LA DESMITIFICACIÓN DEL LIBRE MERCADO

La ideología capitalista se ha incrustado de tal manera en la conciencia, que pasa desapercibida en el lenguaje y en las apreciaciones, la única forma de derrotarlo desde lo cotidiano, es oponiendo a su fuerza individual y antisocial, el argumento en la cual se hacen las cosas, se resuelven los problemas y se procura el bienestar común pensando en tod@s, aún así existe la ingratitud que no agradece nada, y que tampoco lo agradecerá, a pesar de que los esfuerzos de una Revolución se esmeran en la salud social de los hombres y mujeres que hoy transitamos este efímero momento, tan solo un rato de vida, y después de todo, ¿tendremos derecho a acabar con todo lo existente en procura de saciar los deseos inconmensurables e interminables que nos ofrece la publicidad?¿tendremos derecho, apenas una generación o dos, de consumirlo todo, de agotarlo todo, como si fuésemos realmente importantes?¿tan importante cada quien, que cada cual exige y aspira a los mismos niveles de acumulación y confort que el mal ejemplo del norte nos ha dado?¿Cuantos automóviles y autopistas serán necesarios, cuantas industrias y bosques arrasados serán indispensables para sostener la locura irreflexiva de quienes defienden el capitalismo?¿Será que por la enorme brutalidad, ignorancia y ambición serán condenadas las próximas generaciones a vivir de montañas de basura?

¿será que seremos más inútiles a medida que se automatizan cada vez más nuestras vidas?¿será entonces que las máquinas y la industrialización nos seguirá condenando a la inutilidad?¿Las Profesiones seguirán separándonos en clases, en empobrecidos y en privilegiados?, ¿Seguiremos admirando acaso a estrellas de Rock, de Pop de Rap o reggeton, o de orquestas, mientras olvidamos nuestra música?¿Seguiremos comerciando infelicidades e insatisfacciones desde el imaginario que nos vendió el libre mercado, o le explicamos al pueblo que eso a lo cual aspira no puede ser posible?¿Seguirá siendo “El Desarrollo” la “Calidad de vida” los lemas que seguiremos enarbolando aún en Revolución, o por el contrario nos centramos en pensarnos y construirnos como gentes, desde abajo, sin tener que estar esperando ordenes de arriba, sin más convicción del de creer en nosotros mismos, con la conciencia necesaria para saber que podemos hacernos nuestras casas, nuestras bebidas, sembrar en los patios de las casas y en las escuelas.

Hoy es evidente que la crisis de los alimentos se debe a factores de monopolización de los grandes consorcios de la comida rápida, de los incrementos en el consumo de carnes, o de la occidentalización de los hábitos de consumo de China e India por ejemplo, otro factor que influye significativamente son los “biocombustibles” inmensas cantidades de hectáreas cultivadas para alimentar a los carros, esos mismos que colapsan el trafico y a las ciudades, grandes cantidades de cultivo maíz que se van en ese insólito derroche de energía y de recursos, cuando se sabe que tan solo el Maíz, teniendo un 60% de propiedades nutritivas, Betacarotenos, vitaminas de toda la serie B, siendo antioxidante, anticancerigeno, y tantos otros beneficios, pudiera fácilmente garantizar la buena alimentación global, ya que si una persona se alimentara durante todo el año solo de maíz, no se moriría de hambre ni mucho menos de desnutrición.

En las Ciudades no se produce nada, por lo menos en el caso nuestro, si hubiera un bombardeo o una intervención extranjera, estas conglomerados humanos sucumbirían a la semana, o tendrían que irse al campo, porque todo nos viene del campo, de lo que produce el campesino, cuando hablamos de la soberanía alimentaria, se habla de que la misma gente que habita los predios urbanos tiene que practicar los tipos de agricultura y siembra que adaptadas a ese medio, puedan garantizar una sustentabilidad y una soberanía real, lamentablemente la gente cree o confía en los supermercados y en los centros comerciales, porque una gran mayoría sucumbe a la comodidad y a la felicidad que supuestamente se le ofrece a través de ella, un elemento de condicionamiento, y por tanto de neoesclavitud que han sabido explotar los capitalistas. (Los intermediarios de toda índole y rama de la economía).

¿Y que tal si sembramos en nuestras casas?¿Que tal si empezamos a cultivar germinados?¿que tal si creamos la cultura de la buena alimentación, si conociéramos las propiedades de las plantas, las funciones de cada alimento y sus propiedades curativas y energizantes?

¿Serán necesarios los automóviles, los transportes por puesto? ¿Qué tal si pensáramos en ciudades para la gente en vez de ciudades para los negocios?¿Es posible una sociedad en donde se ande en bicicleta?¿como sería?¿habría que recorrer grandes distancias, estar apurado, atropellar al otro para montarse en el metro?¿o en cambio, estaría cerca de donde la gente vive, de tal forma que no tiene que migrar en masa?¿Seguiremos colapsando las ciudades de gente, de edificios y de casas, o nos distribuimos mejor en el territorio?¿Que es más inteligente, solucionar un problema aparentemente, para que vuelva a aparecer más tarde y con más complejidades, o resolver el problema de fondo para que no vuelva a ocurrir el desastre?

La Crisis del capitalismo y del libre mercado ocurre, y la gente se arrecha por lo primero que percibe: la insatisfacción de los deseos que el libre mercado le ofrece, y que no pueden ser alcanzados, salen a relucir entonces los estafadores, los mercaderes del hambre, los empresarios de la enfermedad, pero lo que hay que explicar y dejar bien claro es, que los recursos de este planeta no alcanzan para satisfacer esos deseos que vende e instala en los imaginarios de cada uno el libre mercado, que teniendo en cuenta la sobre población mundial, alcanzarán para suplir necesidades, que es: alimentarse, vestirse y mantenerse en buena forma, física, psicológica y espiritualmente, pero nunca para que cada quien posea quimeras como tantas veces se vanaglorian los multimillonarios y la soberbia de los magnates, no es posible y solo son ilusiones que nos confunden y nos hacen caer en la trampa de la competencia, esa pretendida manía de colocar el dinero por delante de todas las cosas, y justificar la ganancia en perjuicio de otros a través de cualquier medio, cualquier estratagema o artilugio.

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