Todas las actitudes ignominiosas, todas las investiduras y representaciones, toda una serie de conjuntos corporativos, eclesiásticos, todo un diseño global, el invento de las “naciones”, con sus consecuencias uniformadoras en la economía de mercado y en la ideología capitalista, transfigurada ahora en los cuerpos y en los sentidos de miles de millones de seres humanos, configuran un cuadro endémico que nos inyecta dosis diarias de condicionamiento, que van moldeando sociedades enteras, van direccionando sociedades masificadas de consumo hacia una guerra de sobrevivencia, donde se van perdiendo las nociones de los orígenes y se sustituyen por realidades virtuales que manipulan la conciencia y hacen que nos desvinculemos, no solamente entre nosotros, sino con otros pueblos, tal es el estado tiránico que los medios de comunicación han establecido a través del uso que de ellos hacen las elites económicas, con el afán de controlar la mente, controlar gustos, incitar odios, el uso del lenguaje y de la imagen para sostener lo que ya es insostenible, pero que por el engaño se sostiene…
Muchos de quienes desconfiamos, de quienes dudamos y reprobamos sus actitudes y no muy acertadas posturas de asumir esta existencia, fueran seguramente personas ejemplares que estuvieran a nuestro lado sino obraran en base a la ignorancia o a pareceres, si fueran capaces de obrar en base a la reflexión en vez de los impulsos o los caprichos, muchos quizá que despreciamos por sus miserias irredentas, serían nuestros compañeros seguramente si no hubieran sido secuestrados por la maquina de triturar huesos y manos; estos seres que las Elites y Oligarquías definen como “mierda” y que contratan y emplean en sus empresas, que abarrotan los espacios y que solo miran según la capacidad de consumo o como cliente, que llenan escenarios y conforman el “bululú”, la multitud que día a día se atropella para llegar temprano al lugar de trabajo, que teme igual a la “inseguridad” que produce la delincuencia generada por el sistema capitalista, seguramente fueran otras personas totalmente diferentes, personas ejemplares si el entorno y la formación los impregnara desde pequeños, de valores y apreciaciones del hombre y la mujer pensante, del hombre y la mujer critic@, del hombre y la mujer hacedores de cosas y no simples y meros consumidores y dependientes del intermediario.
Ya adultos, solo nos queda remendar las fallas y los errores que arrastramos, y eso solo es posible si la propia persona se lo propone y lo acepta como un reto para lograr dignidad, la posibilidad del cambio pasa por la transformación interna de cada uno de nosotros para hacer más acertada y pertinente lo que generemos como trasformación social y colectiva. Desde esta perspectiva no todo esta perdido, pero solo es posible cuando a través de la reflexión y la autocritica, el análisis y el pensamiento se van trascendiendo esos detalles que se erigen como barreras, y que se cuelan bajo los defectos y las mañas que aprendimos en las sociedades que ha creado el capitalismo.
Muchos de quienes aborrecemos por sus mediocridades, falsedades y distintas facetas como el egoísmo hasta la charlatanería, no son sino las expresiones de una sociedad enferma, la cura depende mucho de la voluntad del enfermo, y el resultado o el viraje histórico suele ser impredecible porque como pueblo, nadamos en un mar de contradicciones y engaños que hacen el camino confuso, tortuoso y por momentos inciertos, porque a la vez que luchamos y criticamos nuestras propias contradicciones (para mejorar y no errar), tenemos al mismo tiempo a un enemigo, a un imperialismo y a un conjunto de cómplices que apuntan con todas sus armas, mediáticas y publicitarias que jugando con la psicología y con los mitos sociales, han hecho posible el sostenimiento de la mentira y el injusto orden social en base a la división jerárquica del trabajo.
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