Creemos que todo gira alrededor de nosotros, que somos el centro de todo, que todo gira en base a los imaginarios, los conceptos y las representaciones mentales que nos hemos hecho, que nos hemos construido o nos han introyectado en nuestra mente, juzgamos casi todo en base a las subjetividades, o en base a una parte de la realidad que es vista y percibida a través de nuestros limitados sentidos, o nuestra incapacidad de visión global y total de lo que nos acompaña, no miramos el todo, sino sus partes, y en la mayoría de las veces, no salimos de esa silla de ruedas.
Asi nos enseña a pensar y a concebir las cosas la primera escuela, la Universidad y el fraccionamiento del saber, nos convertimos en inválidos prematuramente, y perdemos nuestra independencia, siendo a la final instrumentos de multiples mecanismos de dependencia, aunque especializados en alguna “profesión”, con su “licenciatura” y “doctorado”…
Pretendemos erigirnos jueces de cuanto sucede, de condenar o de señalar que suceso es bueno o malo según nuestro estado de ánimo, nuestras expectativas o sistema de valores a los que ha llegado una sociedad, en base a unos reglamentos totalmente enajenados, fuera de toda relación y vinculo hacia la madre tierra, unas leyes y unos reglamentos de la cual hacen alardes las naciones “civilizadas”, con jueces, magistrados, abogados, lo que entendemos y conocemos como sistema “legal”, un conjunto de “legalidades”, “protocolos”, una lógica y una incompatibilidad con la vida y con los espíritus de las gentes y de los pueblos, que se escudan en la imagen, la fachada, la “institucionalidad” la investidura, y en el caso de quienes se benefician más de todo esto, las ELITES ECONÓMICAS, quienes a través de sus medios de comunicación confunden, engañan y enarbolan la mentira en base a los gustos y expectativas creadas, tratan de levantar un muro cercado por espinas para que nada cambie, para que nunca se asome la posibilidad de que los hombres y mujeres de la Aby Ayala logren una NUEVA SOCIEDAD.
Sin embargo, no somos la única especie que existe, ni la que todo le pertenece, como tampoco es cierto de que todo se debe a nosotros para satisfacer la costumbre y la voracidad del consumo infinito, que exacerba nuestros ojos y nos convierte en consumidores compulsivos.
Multitud de ocaciones vemos como se criminaliza a otras especies (serpientes, tiburones), se criminalizan tormentas, deslaves, sismos, erupciones volcánicas, incluso a montañas, a ríos y mares, y sencillamente es que andamos percibiendo y generando conceptos desde una parte de la realidad en la cual cada quien es el centro y lo que lo rodea es la periferia, o para decirlo de otra forma, cada quien encerrado en su propia “realidad” con aspiraciones y ambiciones propias, o intereses distintos, en la mayoría de las veces más individuales que colectivos, nos hacemos de unos prejuicios o de interpretaciones de lo que sucede que distan de lo que verdaderamente es: El hecho de que una montaña de forma natural se mueva y produzca un deslave, que por mala suerte se lleve por delante una cantidad equis de personas con calles y casas, no debe ser calificado como una “tragedia” como suele aparentar (desde lo antropocéntrico por cierto), sino como un suceso en la cual esa montaña es la parte de un todo viviente, que al igual que todo ser vivo, busca sus equilibrios energéticos, respira, suspira, estornuda, se embellece o se enfurece.
El problema deriva más bien de una mala distribución espacial de las comunidades o poblados en la cual se encuentran o se hallan “seres humanos”, que no responden a las características geográficas, climáticas y ecológicas, una dinámica y un “metabolismo social” que va dirigido al libre mercado y por lo tanto a la autodestrucción tanto del hombre y la mujer como del ambiente que lo rodea.
Cuando a semejante desajuste en que nos encontramos, comienzos de siglo XXI, la madre tierra busca un equilibrio ante tanta contaminación, calentamiento global y depredación en base a la “producción” y el “desarrollo”, saltan entonces alarmantes las voces y los gritos de “tragedia”, “desastre”, cuando se manifiesta ante nuestras narices, por mas defensores del capitalismo que haya, por mas traidores, oligarcas, tecnócratas y elites de todo tipo, que administran el capital y sus medios, que la soberbia sobre la cual esta constituido todo este monstruoso y descabellado aparataje, no es sustentable en el tiempo y es totalmente negador de la vida.
La madre tierra recupera y reclama sencillamente sus espacios y las heridas que le hemos causado. Luego a eso que llamamos “tragedia”, y que es algo natural, pero que lo transformamos o lo convertimos en algo maligno, según nuestros valores y los prejuicios que llevamos, según nuestro nivel de antropocentrismo y egocentrismo, es sencillamente la muestra de que erróneamente pretendemos seguir conceptualizándonos y erigiéndonos como el centro del universo, el centro (cada quien) en la cual lo demás gira en torno suyo…
Necesario es vernos apenas un complemento del todo que nos rodea, pero que del cambio de nuestros hábitos y costumbres, de los conceptos y la superación de los dogmas, depende en gran medida el futuro, y la capacidad de convivir entre pueblos y gentes, entre multitud de diversidades sin avasallar ni hegemonizar, en la cual se practique una interculturalidad en base al encuentro de las culturas, una convivencia en armonía entre las gentes, los pueblos y el medio ambiente.
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