Una de las cosas que uno ve es la tala, mutilación y maltrato a los árboles, como si se tratara de seres inanimados, que no sienten, es más hace poco caminando por una calle me encontré con la grosería de encontrar un árbol que le cortaron los brazos completos, al preguntarle o señalarle a una vecina lo que había ocurrido, me contestó que “Ese árbol era peligroso porque le podía caer una rama a alguien”…me quedé asombrado entonces de cómo se justifica el crimen en base a un miedo tan ridículo, ya que era imposible que eso ocurriera ya que se trataba de un árbol joven, en buen estado de salud, muy verde…Asi pues, pasarán unas cuantas lunas antes de que el árbol vuelva a recuperarse y darnos nuevamente la sombrita que nos daba…
No se encuentra una explicación lógica el porque de forma incomprensible se atenta en contra de la vida desde las cosas más sencillas, de forma inerte parece que no importara, que nos causara desprecio o incomodidad el canto de la paraulata, o de la chicharra porque “es una ladilla”, que si esas Guacharacas “me despertaron, coño e la madre”… es el colmo de lo antropocéntrico y la desvinculación total de los sentidos, que da una imagen falsa de lo que nos rodea y de cómo nos vamos haciendo conceptos de ello.
Por una parte la conciencia enajenada que tiene el poder económico, o de sencillamente de quien se cree con poder, arrogante por si solo, no escatima cuando por arranques de locura o de inconformidad nunca satisfechas, no duda en cortar una rama, mutilar, destruir, cuando obra por el solo motivo de maldad o de la ambición.
Por otra parte, desde las gentes concientes, no nos hemos organizado para el tema ecológico, que tiene mucho que ver con nuestras relaciones económicas, de salud, bienestar y convivencia, se le suele dejar la responsabilidad a las instituciones del estado y a los funcionarios que lo representan, sin tomar el asunto desde el poder popular, en el cómo le damos una solución a las carencias que van surgiendo de la contaminación y la degradación del ambiente, nuestro estilo de vida, que también es cómplice por omisión o ignorancia de esa realidad, aunque la industria y las elites tengan la mayor responsabilidad en este caso.
Los árboles son indefensos y se encuentran continuamente en peligro frente a la estupidez de quienes no entienden o no quieren entender que necesario es vivir en armonía con la madre tierra, con nosotros mismos y lo que nos rodea.
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