Ese breve momento entre la prisa y el apuro, esa conexión o vínculo con la flor, me puso a reflexionar. La flor era bastante pequeña y estaba rodeada de escombros, botellas y papeles… había florecido sobre un montoncito de tierra de construcción que aun no terminaban de recoger. A pesar de que el espacio en el que se encontraba no era nada agradable a la vista (por la contaminación alrededor), la belleza de la florecita siempre destacó.
La flor, cumplió su propósito, ella se abrió y dio lo mejor de sí, manifestó toda su belleza en aromas y colores; sin esperar nada a cambio, sin importar el lugar o de lo que estaba rodeada o si algún insecto la iba a visitar a beber de su néctar. Ella sencillamente expreso su ser con todas las fuerzas que la naturaleza insuflo en ella como dando gracias al universo que le dio la vida.
Abrir los sentidos en comunión con el silencio, observar profundamente, puede sorprenderte en alguna esquina de la vida.
Oscar Rodolfo Gavidia
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