En vez de hablar de “lo que el viento se llevó”, debería decir “lo que mi mujer se llevó” luego que estuve casado un tiempo, y después de montarnos cacho mutuamente y de forma disimulada, nos cansamos y nos separamos, aquella cuaima se quedó con la casa, la lavadora que adquirimos, y con los corotos de “mi casa bien equipada”, aquellos electrodomésticos, línea blanca, azul o naranja, o “roja rojita” que cada hogar desearía, y que lo compran por igual escuálidos o chavistas, unos por oportunistas, y otros por seguir ciegamente las promociones que le ofrece la burocracia roja, que promociona boinas, libros de Lenin y franelas del che como coca-cola “revolucionaria”…
Hoy estuve pensando y recordando “lo que mi mujer se llevó”, dejándome en la calle, cuando echamos a la basura aquel contrato matrimonial, aquella unión económica, aquel convenio de felicidad, por eso ahora no traigo tantas vainas encima y tampoco pienso volverme a casar, he decidido no llamar la atensión del libre mercado, para no ser comercializable, vendible o extraditable, he estado reflexionando arduamente como hacer las cosas sin necesidad de interés de por medio, ni a crédito ni al contado, como ser y existir sin que se tenga que robar nada, o de tal forma que no halla nada que usurpar porque no tiene precio, de tal manera de no tener que repetir “lo que mi mujer se llevó”, porque realmente no era a mi a quien ella buscaba, sino un cajero, un cheque, un seguro, una máster card, un apartamento, un resuelve ya…
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