Lo más trascendental de mi vida hoy fue arrecostarme de un árbol, hacer una melodía mientras caían los mangos y sonaban aquellos mangazos que estremecían el suelo como un tambor.
Afuera se podía escuchar el terrible murmullo del tráfico, de los pitos y las cornetas, los frenazos de las camionetas, la terrible dinámica que nos aprisiona y desde la cual no disponemos de nuestro tiempo sino que otros disponen de nosotros. El Tiempo que transcurre al caminar o ir al trabajo, luego a la universidad para después regresar a casa, o el tiempo que transcurre y que se va dentro de una fábrica, una empresa, en una oficina, o haciendo lo que otros ya hicieron en vidas pasadas: tocar sonatas o detenerse a engrosar filas de orquestas y repetir los mismos repertorios de autores de otros siglos, lo cierto es que supuestamente vivimos en el siglo XXI y en realidad hacemos de todo menos vivir nuestro tiempo, ese pétalo del tiempo que apenas nos alcanza y que nos roban, para vivir lo que hicieron o establecieron otros.
En Una mañana desayunaban las palomas junto a un kiosco, ellas se espantaban o se asustaban cuando sentían los pasos muy próximos de cualquier persona, o si pasaba algún perro callejero, como de costumbre comenzaba el día y con él podían verse las cajas y cajas de cerveza que descargaban de un camión para dejarlos en la licorería.
Y Como casi todos los días, salimos a justificar la existencia, ya sea trabajando, estudiando, o haciendo cualquier maricura, ese chantaje permanente en frases como “sino trabajo no como” o “sino vendo no como”, tener que depender del “empresario” para poder “trabajar”, para justificar que tenemos que pagar la luz, el agua, los servicios, para cubrir necesidades o para darse el “gusto” como desean muchos.
Esta dinámica de la justificación que te leva a entrar en las reglas y las leyes del marcado, a trabajarle a los dueños privados, o a ser a imagen y semejanza de estas sociedades de consumo, siendo ésta la autonegación del ser por el producto, niega tantas posibilidades de pensarnos, nos separa cada vez más y más, nos instrumentaliza, nos hace tan ciegos, que la persona por si misma no puede o no quiere ver, mirar, sino seguir actuando mecánicamente, sin reflexión ni conciencia. El Ser social es reemplazado por un individuo totalmente ajeno de si mismo, un individuo limitado, inutilizado, que cumple solo una determinada función dentro del mercado de trabajo que ofrece el capitalismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario